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La última columna que escribió el periodista asesinado: «San Luis, la ruta del Chapo»

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San Luis Río Colorado, Sonora.- La noche del viernes en punto de las 21:00 horas, se tuvo conocimiento del ataque armado del que fue víctima el periodista Santiago Barroso, hasta donde llegó un solitario sicario, tocó a su puerta y al salir fue recibido a balazos, posteriormente el locutor intentó ponerse a salvo y se resguardó en su domicilio al mismo tiempo que llamó a emergencias, donde paramédicos lo trasladarían a un hospital.

Pasados los minutos y cuando era intervenido quirúrgicamente el amante de la pluma, lamentable dejó de existir, debido al a gravedad de las lesiones, entre tristeza y lagrimas se dio a conocer la noticia en el exterior del hospital, lo que causó gran consternación ante los medios de comunicación.

SANTIAGO BARROSO, COLUMNISTA, LOCUTOR Y CATEDRÁTICO

No importaba cuántas horas había qué esperar, ni cuántas veces había que regresar a una oficina o a un punto de la ciudad para buscar a la fuente informativa, pero el objetivo tenía que cumplirse: confirmar un dato sobre temas tan escabrosos como el narcotráfico y las “narcotienditas”, o bien la impunidad con la que a finales de la década de los noventas e inicios del dos mil se comportaban los entonces agentes de la Policía Judicial del Estado.

Esa era parte de la dinámica reporteril que acostumbraba realizar Santiago Barroso Alfaro, un comunicador egresado de la Facultad de Ciencias Humanas (1989-1993), perteneciente a la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), que se apasionó por el periodismo escrito y lo combinó con la realización de programas de radio.

Entre 1999 y 2005, aproximadamente, trabajó para el diario La Crónica de Baja California, en donde primero fue reportero y después ocupó el cargo de jefe de corresponsalía en San Luis Río Colorado.

En esos años publicó varios reportajes relacionados con la presencia en San Luis Río Colorado de personajes del crimen organizado, entre ellos Ignacio Coronel, Manuel Garibay Espinoza, Eduardo Barraza “El Pony”, entre otros.

Entre sus fuentes informativas, según comentó a sus allegados por aquellos años, se encontraban desde agentes de inteligencia del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen) y ex agentes de esa misma institución, quienes le compartían “tips” para iniciar investigaciones en torno a cómo operaban células criminales.

El 23 de diciembre de 2014, en una amplia columna refirió cómo el conocido narcotraficante Manuel Garibay Espinoza, quien había sido detenido en Mexicali, Baja California, en junio de 2014, y tras pasar casi cuatro años en la cárcel, finalmente fue liberado sin que se le sometiera a proceso penal, a pesar de que se le acusaba de ser el autor intelectual del asesinato, en marzo de 2002, del ex comandante sanluisino José Antonio Pineda Rodríguez.

Barroso Alfaro incursionó además en la radio. En la segunda parte de la década de los noventa, condujo un programa en la estación Radio Gallo. En los últimos meses de 2018 y hasta la fecha que murió producía y conducía el programa “Buenos días San Luis”, que se transmitía por dos estaciones del grupo radiofónico OIR, según el periódico Tribuna San Luis.

Hasta 2018, participó como Jefe de Información del diario Noticias, en San Luis Río Colorado. Desde ahí comenzó una página propia en la red social Facebook, bajo el nombre de Red 653, en donde publicaba notas informativas del acontecer local, así como su columna con el nombre de «SIN COMPROMISOS», la cual en sus últimas dos publicaciones fueron difundidas el 01 de Marzo del 2019, denominada «LA RIFA DEL TIGRE», que hace mención a jefe y ex jefe de la Policía en San Luis Río Colorado y la otra y aún mas ‘fuerte’ titulada «SLRC, LA RUTA DEL CHAPO» menciona a San Luis Río Colorado como punto estratégico que utilizó Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán para cruzar droga a Estados Unidos.

A continuación le dejamos las últimas columnas integras del periodista Santiago Barroso, antes de ser ejecutado:

01 DE MARZO

«LA RIFA DEL TIGRE»

Por: Santiago Barroso

La expresión coloquial “la rifa del tigre”, dice José Carlos Castañeda en un artículo en el diario capitalino Crónica, tiene un significado muy claro: Cuando en la catafixia de la vida tienes la suerte de “pegarle al gordo”, pero el premio (el “gordo”) resulta ser un tigre hambriento.

Algo así le pasa a todas aquellas personas que tienen la dicha y/o desdicha (dependiendo del cristal con que se vea) de ser designados Directores de Seguridad Pública en San Luis y en cualquier otro lugar de la República Mexicana.
Algo así es lo que se sacó Luis Edgar Labra.

El actual comandante de la Policía Municipal recibió una encomienda equiparable a las que le asignan al intrépido Ethan Hunt en la saga de acción Misión Imposible. Una tarea tan compleja y complicada cuya resolución pareciera resumirse precisamente en el título de esa película.

Labra, para empezar, recibió la Municipal con 250 elementos, aproximadamente, casi tres veces menos de los que una ciudad como la nuestra debe tener para medio-salvaguardar la integridad física y el patrimonio de los sanluisinos.
Además, asumió las riendas de la corporación con una legislación exageradamente rigurosa en cuanto a control de confianza, lo que ha provocado que ese déficit de elementos del cual le hablo, no se pueda subsanar.
Eso por una parte…

Por otra, se encuentra el monstruo de mil cabezas llamado “crimen organizado”, cuyos efectos no solo se traducen en tráfico de droga, ejecuciones y violencia al por mayor, sino también en corrupción policiaca e impunidad.

Así más o menos de este pelo, el “gordo” al que ‘le pegó’ el comandante Labra.
Pero bueno, al final del camino, y ya con el premio en la bolsa, de lo que se trata es saber qué hacer con él.

En este caso, el ex jefe del Grupo Beta de Protección a Migrantes tiene de dos:

1) Dejar que la incidencia delictiva siga su cauce natural y escudarse en el trillado argumento de que la función de la Policía Municipal es preventiva –echarle, pues, la bolita a las corporaciones estatales y federales de los altos índices de inseguridad.
2) Encarar el crimen organizado bajo un par de vertientes: el combate frontal (a ver de cuál cuero sale más correa) o la negociación –el primero, poco recomendable, porque equivale a ponerse con Sansón a las patadas, y el segundo… Qué buen punto, ¿verdad?
Ahora bien, en el caso de San Luis también se pueden alcanzar resultados sustanciales si se atacan las causas de los principales delitos que aquejan a la ciudad.
Para nadie es un secreto, la drogadicción es el detonante número 1 de la incidencia delictiva local, un flagelo al que invariablemente hay que darle la madre de todas las batallas, pero no nada más con más agentes, ni armamento, y ni siquiera con tecnología, sino con educación.
Es cierto, trabajar en la prevención no arroja resultados inmediatos y, por consecuencia, no genera dividendos políticos, sin embargo, si nunca empezamos a sembrar, nunca vamos a cosechar.

15 DE FEBRERO 2019

«SLRC LA RUTA DEL CHAPO»

Por: Santiago Barroso

Usted coincidirá conmigo, hablar del emporio construido por Joaquín Guzmán Loera sin incluir a San Luis Río Colorado, sería una notable omisión.

Para nadie es un secreto, por su ubicación geográfica, la frontera Noroeste de Sonora es un punto estratégico para concretar el cruce de droga a Estados Unidos -el mercado meta del “Chapo” y de cualquier otra organización criminal dedicada a la misma actividad.
Y no es una mera presunción, aclaro, tanto la DEA, en el vecino país, como la PGR, en México, así lo han reconocido en distintos informes oficiales.

Pero, ¿en qué momento el afamado capo de la droga volteó a ver el “potencial” de San Luis Río Colorado y lo incluyó en la ruta del temido Cartel de Sinaloa? ¿Quiénes fueron las personas en las que originalmente se apoyó para abrir brecha y asumir el control paulatino de la plaza?

El corredor San Luis, Sonora-San Luis, Arizona pasó a ser parte de la organización de Guzmán Loera desde el momento en que éste asumió el liderazgo del cártel, tras la caída de Miguel Ángel Félix Gallardo, en sociedad con Héctor “El Güero” Palma.

El primer hombre al que le confió la plaza fue a José Luis Angulo Soto, alias “Mi Niño”, a principios de los años 90.

“Mi Niño”, apodado así por la corta edad a la que empezó su carrera criminal, abrió brecha con su primo Adán Cázarez Angulo y la banda de Los Alacranes.

Ellos, junto con Eduardo Barraza Gastélum, “El Pony”, llegaron a amasar tanto poder que tuvieron la osadía de robar 476 kilogramos de cocaína de las oficinas de la PGR.

Sí, casi media tonelada de polvo blanco que el entonces comandante de la Guarnición Militar de la plaza, el general Antonio Mimendi, se vio en la obligación de decomisar, luego que la avioneta Cessna 210 en la que era transportada procedente de Sinaloa, se desplomó por una falla mecánica cerca de “El Doctor”.

La madrugada del 21 de mayo de 1997, un grupo de sujetos entró como “Juan por su casa” a las instalaciones de la Obregón entre 11 y 12 y recuperó la carga propiedad del “Chapo”.

Por estos hechos, y ante la vergüenza nacional a la que el nuevo zar de la droga sometió a la PGR, el general Mimendi, el agente del Ministerio Público Federal, Alberto Gómez, y una veintena de policías federales y soldados, fueron procesados y muchos de ellos condenados a prisión.

Esa, sin lugar a dudas, fue la primera demostración de poder del Cártel de Sinaloa en este corredor fronterizo, aunque a la postre representaría la debacle de “Mi Niño” y “El Pony”, toda vez que pusieron a hervir la plaza y tuvieron que poner tierra de por medio.

“Nacho” Avilés, un pariente y homónimo del legendario narco de los años setenta, fue quien asumió entonces el control del trasiego local.

Apoyado por “Lulú” Munguía, se dio a notar por un caserón en la avenida Mazatlán entre las calles 12 y 13 y un negocio de muebles ‘de caché’ en la Madero y Quinta.

Al tiempo, “El Nacho” fue detenido por la DEA y “Lulú” falleció misteriosamente en un accidente automovilístico.

Por esos tiempos, la banda de Los Heras, con Reynaldo (“El Rey” Heras) y el joven Carlos Eduardo (del mismo apellido) al frente, empezaron a reforzar el brazo del cártel en San Luis. Al “Rey” le alcanzó pronto su destino y a Carlos le llegó varios años después en las afueras de su casa, en el fraccionamiento Villa Colonial.

Piezas importantes dentro de la estructura también fueron Víctor Manuel Contreras Espinoza, “La Tamalera”; Gonzalo Inzunza, “El Macho Prieto” (supuestamente abatido en un enfrentamiento con la policía en Puerto Peñasco) y Manuel Garibay Espinoza, “El Manuelón” y/o “El Michoacano” –oriundo y actual residente del ejido Pescaderos, en el Valle de Mexicali.

En su momento, todos ellos fueron muy efectivos, pero algo que les caracterizó y que al “Chapo” no le convenía, porque le representaba “calentar” de manera innecesaria la plaza, es que eran extremadamente violentos.

Por eso, durante una buena temporada le confió el mando a Armando López Aispuro, alias “El L” y/o “El Licenciado”, un sujeto de perfil bajo del que solo se supo, llegó a comprar el “antro” de la Obregón y 11, justo “en las narices” de la PGR.
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Durante todo ese tiempo y hasta su última detención, Joaquín “El Chapo” Guzmán supuestamente estuvo en varias ocasiones en esta frontera.

El 18 de marzo de 2003, el día que en que cayó “La Tamalera” en la calzada Constitución tras abrir fuego contra policías municipales, se rumoró que un misterioso hombre que logró darse a la fuga durante esa persecución era nada más y nada menos que el jefe del Cártel de Sinaloa.

Años después corrió la versión de que había estado en el restaurante que hasta hace poco se localizaba en la Libertad y 12, para lo cual habría mandado cerrar el local con todo y comensales adentro.

Más adelante, el entonces comandante de la milicia en la ciudad, el polémico general Raúl Güereca, me llegó a confiar haber recibido un “pitazo” de que el “Chapo” andaba en la zona Centro, para lo cual desplegó un operativo que al final se redujo a una falsa alarma.

Lo que sí es un hecho, es que el hoy sentenciado a cadena perpetua en Estados Unidos, cavó al menos media docena de narcotúneles a lo largo de la frontera con San Luis, Arizona (con un valor de entre 2 a 3 millones de dólares). Algunos han sido descubiertos y destruidos por autoridades norteamericanas, otros continúan tan activos y redituables como siempre.