Guaymas, Sonora.- Jamás don Gilberto pensó que en el ocaso de su vida la pasaría tan mal, sin lo más elemental, con hambre, en total desaseo y a la intemperie; sobrevive gracias al alimento que le dan los vecinos o bien en el Mesón de Jesús, que operan los padres franciscanos en la colonia Adolfo de la Huerta (Fátima).
Su historia es por demás triste, a grado tal que – según el decir de algunos vecinos – implora el momento de su muerte, como una salida a tanto sufrimiento y pesar por el trato que recibe de sus seres queridos.
Don Gilberto, de 79 años de edad, está pensionado y para cobrar su recurso mensual es para lo único que lo ocupan; ese día lo medio asean y lo llevan para que ponga su huella y la hija Chayo, de 40 años de edad, pueda cobrar; de ahí lo regresan en taxi con 200 presos en la bolsa, eso es todo, y a esperar el siguiente mes.
Tiene dos nietos, hijos de Chayo, que igual lo tratan mal, lo tienen fuera de la casa, incluso uno de ellos, con problemas de adicción a las drogas, ha llegado al grado de golpearlo, mientras que la hija se la lleva en la zona de cantinas del centro de Guaymas, donde labora.
Los vecinos indican que don Gilberto vive una cuadra adelante del Centro Comunitario, justo frente a la tienda de abarrote “Sorayda”, y piden piedad para él, que intervenga cuanto antes el Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y lo rescaten, en un gesto de humanidad, antes de que sea demasiado tarde.
