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Mineros que perdieron la vida ya habían denunciado el peligro y nadie respondió

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Rancherías, Coahuila.- Como un presagio, Pedro Ramírez Sánchez denunció en octubre del 2020 que la mina en Rancherías donde laboraba era insegura y decidió renunciar, sin embargo la necesidad era evidente y las oportunidades nulas, tenía dos días de haber
regresado al lugar que más miedo le causaba y donde finalmente perdió la vida ahogado.

Pedro Ramírez Sánchez del ejido La Mota, tenía apenas 20 años y al igual que sus primos que también corrieron con la misma suerte, sabían del peligro y avisaron de ello, pero no hubo quien defendiera su clamor y continuaron trabajando.

Su madre, doña Cecy, apenas supo de la tragedia y no se despegó del lugar, rezaba y suplicaba a Dios desconsolada que su hijo estuviera con vida y pronto saliera, la madrugada del domingo se acabó la angustia y llegó el dolor más grande que como madre pudiera recibir.

Durante la primera semana de octubre del 2020, Pedro recurrió junto con dos compañeros más a la Organización Familia Pasta de Conchos para denunciar cómo estaba la “cueva de arrastre” donde extraían carbón.

«Han sacado de la mina en Rancherías el cuerpo de Pedro Ramírez, lamento tanto su muerte porque fue el minero que me denunció esta mina en octubre, nadie merece morir en una mina de carbón, nadie debe morir en una mina de carbón, digo por primera vez su
nombre para honrar su valentía y compromiso por su vida y la de sus compañeros”, escribió Cristina Auerbach, directora de la Organización en su muro personal de Facebook.

«El 12 de octubre estuve en las minas donde hoy desgraciadamente quedaron atrapados 7 compañeros, el 26 de octubre, en la mina Pasta de Conchos, se le entregó a Manuel Barttlet unas fotografías y la información necesaria para evitar esta desgracia,
nunca nos respondió, nadie los defendió”, recalcó.

Entre las irregularidades de esta cueva de arrastre, se subrayó que se incumplía con condiciones de seguridad e higiene, no había agua potable para los trabajadores; estaban en tenis, sin equipo de seguridad; no había consola para medir el gas, ni botiquín,
extinguidores, ventilación, auto-rescatadores y los trabajadores no sabían si los tenían registrados en el IMSS, mientras que la mayoría de las veces el pago era en efectivo directamente en el centro de trabajo.

Con información de: Grupo Zócalo