Son los guías de los migrantes que cruzan la frontera hacia el desierto de Arizona desde Altar y Sásabe en Sonora. También son menores de edad. Jovencitos reclutados por los traficantes de personas conocidos como “polleritos”. Un fenómeno que que ha proliferado en esta región, la más mortífera para el cruce en busca del sueño americano.
Los traficantes los emplean porque son el último eslabón antes de iniciar su recorrido por el desierto. Tienen entre 12 y 17 años y si son detenidos por la Patrulla Fronteriza, son regresados a México sin ser procesados como traficantes de migrantes, aseguran los grupos humanitarios que los han observado operar.
Es Sásabe en Sonora, un pueblo pegado al muro fronterizo, ubicado a 98 kilómetros de Altar, la última ciudad con servicios antes de adentrarse en el desierto. En esa comunidad que vive de los migrantes y la venta de mezquite, el destino de los menores de edad está casi marcado.
Reclutados por los grupos criminales, los jóvenes se convierten en halcones del desierto. Observan el movimiento de la Patrulla Fronteriza del lado estadunidense y guían a los grupos de migrantes hacia el punto donde emprenderán su recorrido que al menos en un 95 por ciento, culminará en su detención y deportación, o peor aún, en la muerte.
Juan llegó desde Veracruz hasta Altar en Sonora. Contactó con polleros que le prometieron llevarlo hasta el norte de California donde tendrá que trabajar hasta pagar la deuda que le dejará el cruce. Con él viajan otros tres mexicanos y dos hondureñas.
Deberán adentrarse en la Reserva de Vida Salvaje de Buenos Aires en Arizona hasta llegar a Arivaca o Tres Puntos, de ahí, llegar a Phoenix, ciudad que los conectará con su destino final.
Este grupo de migrantes es resguardado por tres jovencitos menores de edad. Uno de ellos porta ropa tipo militar, los otros dos playeras negras de marca, pero desgastadas, gorras con la fotografía de San Judas Tadeo y las iniciales G.M.G.
Su labor es vigilar uno de los múltiples huecos que tiene el muro fronterizo construido en la administración de Donald Trump. Llevan tres semanas en Sonora y tres días más en ese paraje de la comunidad de Sásabe donde esperarán el momento adecuado para comenzar el recorrido a pie de hasta 70 kilómetros o menos si logran llegar a un punto de encuentro con los traficantes para subirlos a vehículos, sin ser captados por la migra.
Ese punto es de cruce frecuente, relata Gail Kocourek, quien fue la guía en este recorrido por el desierto. En ese sitio, donde inicia la travesía, se construyó una pequeña capillita donde los migrantes ofrecen la última oración antes de recorrer el desierto que esta época supera los 40 grados de temperatura.
Gail Kocourek forma parte del Grupo Humanitario Samaritanos de Tucson. Explica por años han observado el uso de menores de edad para el cruce de migrantes, sin embargo, a partir de 2019 tras la implementación de medidas restrictivas como el programa «Quédate en México» y el Título 42 desde el inicio de la pandemia, los flujos irregulares han crecido y con ello el negocio de los traficantes que han reclutado a más niños de entre 12 y 17 años para sus actividades ilícitas.
Cifras de la Secretaría de Gobernación (SEGOB) señalan que un pollero cobra cerca de 4 mil 500 dólares (unos 92 mil 230 pesos) por cruzar a un solo migrante. Un negocio multimillonario para los traficantes que se dan el lujo de emplear a los jovencitos para reducir el riesgo de ser detenidos.
Juan asegura que todavía no paga. Lo hará cuando llegue a su destino y comience a trabajar. Una especie de esclavitud moderna que lo destinará a emplearse para pagar su deuda.
Juan lleva en su mochila un filtro para hacer potable el agua que ingerirá de estanques para animales durante su trayecto. Se lo dieron integrantes de uno de los muchos grupos humanitarios que realizan labores de ayuda a los migrantes en este desierto que suma al menos 27 muertos solo en el mes de junio.
Los tres jovencitos ya son conocidos. Frecuentemente son los encargados de observar y guiar a los migrantes hasta el borde de estos huecos del muro por veredas donde hay decenas de botes negros para agua, así como sobres de alimento y otros artículos que consumen antes de iniciar la travesía.
No se sorprenden al ser captados por la cámara de video. No hablan inglés, se comunican en español y cruzan caminando la línea de la frontera para recoger el alimento que ofrecen los grupos humanitarios para los migrantes.
En un estudio realizado en 2016 por el Colegio de la Frontera Norte, se reconoció el fenómeno de participación de menores de edad como parte de la cadena de tráfico de migrantes a cambio de un pago y se les definió como «menores de circuito».
Un análisis académico realizado en abril de 2022 por Karla Lorena Rubio, Nelly Trejo y Alberto Mora, de la Universidad de Tamaulipas, destaca que los «menores de circuito» o polleritos, son “víctimas pasivas de la delincuencia organizada o de familias disfuncionales, o bien, participantes voluntarios en un mercado ilícito que les permite obtener una ganancia económica”.
De acuerdo con cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la detención de mexicanos en Estados Unidos aumentó 33.5 por ciento en los primeros cinco meses de este año, respecto del mismo lapso, pero de 2021, al pasar de 284 mil 025 a 379 mil 206. Tan solo en febrero de este año, incrementó un 37 por ciento el número de niños menores no acompañados hallados en territorio estadunidense en comparación con cifras del año pasado.
“En febrero se hallaron 12 mil 11 niños no acompañados en comparación con los 8 mil 760 en enero, un incremento del 37 por ciento”, detalló la Oficina de Aduanas y protección Fronteriza, sin embargo no explicó qué porcentaje de ellos eran menores que cruzaron sin sus padres o aquellos que son usados como polleritos por los traficantes.