Jalisco.- El 30 de agosto del 2016, se registró el triste caso de Sol que se cansó de luchar contra los problemas económicos y estaba a punto de ser desalojada de su casa: tomó la lamentable decisión de morir junto a sus hijos.
Sol escribió una carta donde relató que la causa de su muerte fue la pobreza y la forma más rápida de salir de los problemas era el suicidio.
La madre soltera ganaba 820 pesos semanales y el dinero no le alcanzaba para ella y sus dos hijos, además de que tenía una deuda con el Infonavit y de no pagarla, serían desalojados.
Sol tenía dos hijos: Alberto de 14 años y Óscar de 7 años, ambos tuvieron que abandonar la escuela porque no tenían los medios para poder seguir estudiando.
Durante la mañana del 30 de agosto del 2016, los habitantes del fraccionamiento Los Agaves, en el municipio de Tlajomulco, Jalisco, se despertaron por un nauseabundo olor.
Los pobladores mientras dormían, percibieron un fétido aroma que se había metido a sus casas, que incluso había impregnado la ropa.
Siete días antes habían comenzado a detectar un ligero mal olor, pero ese martes, el aroma se había transformado en un manto invisible que provocaba nauseas.
El fétido olor comenzaba a ser más fuerte pero se negaban a decir lo que pensaba: Era el olor a muerte y el origen era en la casa de Sol de 35 años y de sus dos hijos; Alberto y Óscar.
En una carta encontrada en la casa de la familia, la mujer explicaba los motivos por lo que tomó la decisión de abrir la llave del gas y encerrarse con sus hijos en su casa, donde murieron debido a una intoxicación.
Sol en su carta también le dejó un mensaje al gobernador del estado para crear verdaderos programas que actúen en favor de los ciudadanos de Jalisco.
También explicó la madre soltera, que su pareja la había abandonado y acusaba a las instancias de Gobierno de haberle negado el apoyo para mantener a sus hijos.
Los cuerpos de los niños de 14 y 7 años fueron encontrados en la recámara en avanzado estado de descomposición, ya que la familia llevaba muerta una semana.
Las personas que leyeron la carta, expresaron que había depresión, enojo y frustración; pero sobre todo, mostraba el deseo de Sol por ser perdonada, aunque también era un esfuerzo por explicar su suicidio y el asesinato de sus hijos.
«La vida es insoportable cuando la pobreza es tan fuerte que asfixia», así lo describió el periodista Oscar Balderas quien habló del suicidio de Sol y sus dos hijos.
Una mujer marcó al número de emergencias 066 y a las 6:59 de la tarde se registró en la base policial «Palomar», una petición anónima de apoyo para saber que sucedía dentro de la casa de paredes blancas y reja negra, donde se había instaurado un largo silencio.
Al fraccionamiento, dos agentes de la policía municipal, intuyeron lo que iban a encontrar, en cuanto cruzaron la reja principal de Los Agaves, a 150 metros de la casa de Sol, percibieron que olía a muerte, pero tampoco quisieron decirlo en voz alta.
Se estacionaron frente a la puerta, tocaron pero no recibieron respuesta y se miraron, como si quisieran decirse «va a ser una noche larga».
Llamaron a la Dirección General de Protección Civil de Tlajomulco y se sumaron dos funcionarios. Los cuatro, frente a la puerta y de espaldas a los vecinos que miraban angustiados todo el movimiento, forzaron la entrada e ingresaron a la vivienda.
Fue en ese momento que fueron golpeados por un fuerte gas, por lo que tuvieron que contener la respiración, minutos después, el oficial de más alto rango en aquel año, César Navarro, comisario de la policía municipal, cruzó la puerta y vio la diminuta sala que estaba amueblada solo con lo indispensable.
Entro a una recámara y ahí estaba el origen del olor, tal como se había anunciado por radio. Tres cadáveres tan descompuestos, que calculó que tendrían una semana así.
Eran Sol, Alberto y Óscar. La escena fue fotografiada y guardada en el teléfono del comisario Navarro; de acuerdo con la descripción: El cuerpo de Sol estaba tendido en el piso, a los pies de las dos camas que había en la recamara, estaba en una Alberto tan hinchado que su cuerpo parecía de un adulto y en la otra cama estaba Óscar, acostado de lado acompañado de un peluche.
Minutos después, los peritos notarían que las puertas y ventanas estaban fuertemente cerradas por dentro, las llaves del gas de la estufa estaban deliberadamente abiertas y encontrarían once hojas escritas a mano.
«Los vecinos dicen que era muy trabajadora… solo que no le alcanzaba».
La vida de Sol, tanto como su muerte, se llenó de deudas: la madre ganaba entre80 0 o 900 pesos a la semana como empleada de una maquiladora de material electrónico o en su nuevo trabajo como vendedora de pan.
Ella sola sostenía a sus dos hijos, porque vivía lejos de su familia o no tenía contacto con ellos desde hace tiempo.
Había sido abandonada por su esposo, quien le heredó una deuda de 300 o 600 pesos semanales como parte del crédito que le dio el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores. Llevaba semanas recibiendo llamadas y visitas intimidantes de «abogados del gobierno» que querían echarla de su casa y como Sol no tenía dinero ni más familia cercana, aquella tarde lo único que sí tuvo con certeza era que debía terminar con su vida y con la de su familia.
Entre llantos y oraciones en voz baja, los vecinos vieron cómo los cuerpos fueron retirados de la casa.
La puerta se cerró por última vez y detrás de ella quedó un refrigerador casi vacío, y sobre la mesa del comedor quedó una taza con un par de billetes y unas pocas monedas, que los peritos creen que era todo el ahorro que tenía Sol.
Creen que cuando contó el dinero y supo que otra vez la vida la asfixiaba, eligió sus pasos finales: Escribir la carta, acostar a sus hijos, acercar al más pequeño a un peluche, cerrar la casa herméticamente, cerciorar que estuvieran profundamente dormidos, abrir las llaves del gas y acostarse con ellos hasta que la muerte llegara por ellos tres.
Al día siguiente de que fueron encontrados los cuerpos de Sol, Alberto y Óscar,
la casa seguía sellada y fría, lo único que había cambiado fue el paisaje donde
colocaron una veintena de veladoras derretidas.