Ciudad Juárez.- “Se le metió el diablo, sólo así lo entendemos”, dijo ayer una vecina de la calle Joaquín Cortázar y privada Ambrosio Figueroa de la colonia Chihuahua, donde un hombre de 27 años, al cual conoció desde niño, mató el pasado domingo a su propio hijo de 9 años.
El menor tenía discapacidad y lo degolló con un cuchillo, además de herir a su hija de seis años, a quien “le sacó los ojos” al igual que a su esposa, para luego tratar de quitarse la vida, según varios testimonios del vecindario, enclavado en una zona de barrancos en el norponiente.
El incidente ocurrió en una vivienda de dos cuartos a las 4:20 horas, donde el hombre encerró a su familia en la casa que alquilaron cuatro meses atrás.
“Se escuchaban los gritos desgarradores de auxilio”, según los testimonios de vecinos que no pudieron hacer nada al respecto.
El menor tenía una herida horizontal en el cuello producida con arma blanca; Leslie, de seis años, presentaba perforaciones por heridas en cuencas de sus ojos, al igual que Janeth, a quienes los vecinos identificaron como esposa de César Orozco, presunto responsable, quien también tiene una herida en el ojo izquierdo y en varias partes del cuerpo, de acuerdo con el reporte oficial.
Peritos tomaron como evidencia una hoja de cuchillo, un mango de cuchillo y un tenedor con rastros hemáticos.
“Me quiere matar”, fue lo que vecinos de la casa contigua escucharon esa madrugada a las 4:20 horas, pero no llamaron a la Policía porque carecen de teléfono, según dijeron a El Diario, que visitó ayer el sector de la tragedia.
Los testigos, que solicitaron el anonimato, aseguraron que el altercado familiar duró menos de cinco minutos. Al hombre se le escuchó gritar “aquí no sale ni entra nadie”, según contaron.
Los testigos acudieron a la casa de los padres de César, ubicada a pocas cuadras, para avisar lo que estaba ocurriendo.
Al llegar a la casa de César, sus padres encontraron la puerta atrancada, que les pudo abrir la nuera aún herida gravemente; luego las víctimas fueron trasladadas a un hospital.
César es vecino del lugar desde que era niño y nunca se le conoció como consumidor de drogas; sus padres son una pareja ejemplar y muy creyente, aseguraron los entrevistados.
El presunto parricida trabaja en el taller de su padre reparando mofles en la misma colonia y su matrimonio nunca se había caracterizado por tener conflictos de violencia familiar, según los testimonios.
“Se le metió el diablo”, dijo una de las residentes del sector, en tanto que el resto, reunidas en torno a la vivienda de los Orozco, aseguraban lo mismo. Coinciden en creer que el hombre debió consumir algún tipo de droga para hacer lo que hizo, o en su caso “un coctel” de diferentes psicotrópicos combinados con alcohol, dijo uno de los vecinos entrevistados en el lugar