CIUDAD DE MÉXICO.- La pediatra del IMSS, Violeta Álvarez Perdomo, se convirtió en heroína arriba de un avión durante un vuelo México-París ya que salvó a un niño con apendicitis que sufrió un terrible dolor de estómago en las alturas.
Alertado por el menor adolorido, el capitán del vuelo AD0179 de Air France, a dos horas de haber despegado, activó las bocinas para pedir ayuda a algún médico voluntario que viniera en abordo; preguntó en francés, luego inglés, pero no tuvo respuesta.
Mientras alguien respondía, las sobrecargos y la mexicana Lucía Denisse Ayala, hacían todo lo posible para que Marco, de cuatro años, controlara el dolor que lo hacía suplicar y gritar.
“Mamá, dame medicina, me duele mucho el estómago”, clamó el niño que nunca antes había pedido medicina de esa forma pero aceptó que no podía más con el dolor.
Después de tres semanas de vacaciones en México, con varios traslados, aviones, autobuses, piñatas y apapachos, Lucía, su esposo y sus dos pequeños hijos volvían a su casa en París.
La pediatra Violeta estaba dormida mientras el niño se quejaba del dolor
En ese momento, Violeta Álvarez, pediatra del IMSS, venía dormida, pero su hermana la despertó. Violeta recientemente había sido operada de una cirugía en la pierna que se complicó.
Nerviosa, reconoce lo que pasó en ese instante.
Apoyada en su bastón caminó entre estrechos pasillos y se puso a las órdenes de las sobrecargos. Llegó hasta el niño que lloraba mucho, pero por lo menos ya había tomada paracetamol.
Llevaron al niño a Primera Clase para acostarlo y Violeta recibió las herramientas con las que contaba la tripulación: un estetoscopio para adulto y un monitor de presión, también para mayores de edad, el cual no funciona en niños porque sus brazos son pequeños y el brazalete arroja lecturas erróneas.
Violeta dedujo que Marco sufría apendicitis
Marco entró en un sueño profundo. La médica se retiró con la intención de volver en dos horas, ya que no había mucho más que hacer por el momento. Lucía nunca pensó que su primer viaje en Primera Clase a París sería con su hijo en cama, con la salud comprometida:
“Venía sentada y sin tocar nada, no quería que me cobraran nada”, recuerda. “Había botones por todos lados y no sabía ni cuál era para apagar la luz de mi hijo… pensaba en cuánto me saldría el chistecito y si me quedaría endeudada de por vida”.
La doctora volvió antes de lo previsto, en una hora. Marco estaba dormido y le revisó la cabeza, el pecho, las piernas, todo normal.
No me creían porque el niño estaba dormido. El paracetamol va a enmascarar el cuadro, pero cuando pase el efecto, en cuatro o seis horas, puede ser que se reviente el apéndice y entonces venga una peritonitis. “Quién sabe si la vaya a contar”, les explicó. En ese momento faltaban nueve horas para aterrizar en París.
Pero cuando le palpó el vientre, el niño se sobresaltó y se quejó de dolor. “Está claro, tiene apendicitis. Hay que bajar a este niño cuanto antes”, dijo la médica, egresada del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Sobrecargos no sabían qué hacer ante un caso de apendicitis; en 20 años no les había tocado algo así
La jefa de las sobrecargos consultaba en el libro de procedimientos qué hacer en caso de apendicitis, pues en 20 años de vuelos nunca había vivido una situación así. Iba y venía con el capitán. Le solicitaron a Violeta su cédula profesional, pero no la traía porque iba de vacaciones, con su hermana e hijo.
Desde la cabina, el capitán le preguntó, con el apoyo de las sobrecargos, si debía desviar el vuelo o el niño podía llegar a París. “Usted dígame si debemos desviar el vuelo”.
La doctora Violeta había tomado decisiones difíciles en sus 13 años de trabajo en terapia intensiva, pero nunca a 11 mil 279 metros de altura.
Tenía una angustia que fuese a tener alguna repercusión legal. “Me acerqué como voluntaria, pero finalmente quedé implicada”, cuenta.
“Les dije: Desconozco el procedimiento de protocolos aéreos, pero desde el punto de vista médico el niño requiere toma de laboratorios, radiografía, ultrasonido del apéndice y valoración por cirugía pediátrica. Es muy arriesgado intentar llegar a París. Necesita un hospital, ya”.
La pediatra se convirtió en capitana por la emergencia
Debía decidir qué hacer con el avión Boeing 777-300, de 296 pasajeros. Se comunicaron con la doctora los miembros del Servicio Médico Francés (SAMU), que es el seguro social francés ante el cual la empresa debe justificar su decisión de cambiar el rumbo del avión para que se activen los seguros.
“Es un cuadro apendicular”, explicó entre inglés, francés y español, ayudada por Lucía como traductora.
“Yo no me arriesgaría a cruzar el Atlántico porque no tenemos nada en el vuelo para estabilizarlo. No sé si tienen punzocats [catéter intravenoso] y soluciones. Con qué voy a canalizarlo. Sé hacerlo, pero si no tienen el material, cómo lo vamos a estabilizar”, preguntó.
Le preguntaron si había problemas respiratorios, si necesitaba ventilador, si se trataba de una meningitis. El SAMU coincidió con la doctora en que se debía atender al niño con rapidez.
“Estamos de acuerdo con la doctora, sí tienes que desviar”, dijo el responsable médico desde París.
Cuenta que se desviaron a Canadá y la tripulación fue muy empática al entender la crítica situación que se atravesaba, pues el niño fue atendido a tiempo gracias al seguro vigente de la aerolínea ante circunstancias de este tipo.
A Marco ya lo esperaba una ambulancia, su papá contaba con un seguro médico en el extranjero comprado con la tarjeta de crédito.
“Good job, good job“. El apéndice estaba inflamado y Marco fue operado a tiempo gracias a la intervención de Violeta.