Ciudad de México.- John sabía que su matrimonio no iba bien cuando su mujer comenzó a autolesionarse, por esos incidentes, incluso, la llevó corriendo al servicio de urgencias, publicó La Silla Rota.
Estas autoagresiones de la fémina terminaron cuando ambos platicaron las causas de las mismas, sin embargo, lo que John no sabía es que las cosas empeorarían.
La mujer cambio de objetivo, ya no era autolesionarse, sino agredir a John. En una ocasión, él se encontraba sentado en la sala, viendo la tele, cuando ella llegó proveniente de la cocina y le dio un duro golpe en la nariz, luego –sin mediar palabra– se fue mientras reía.
La violencia comenzó a volverse una cotidianidad en la vida de John y su pareja era su principal agresora.
De acuerdo con John, su pareja intentó buscar la ayuda psicológica, sin embargo nunca acudió a las citas. La situación, entonces, comenzó a empeorar.
Ella llegaba a casa desde el trabajo «y básicamente demandaba sexo», recuerda John, quien añade: «Se ponía violenta, y llegó el punto en que temía su vuelta a casa después de trabajar».
En una ocasión, John despertó y descubrió que su pareja había esposado su brazo derecho al marco metálico de la cama.
Luego, la mujer amarró su otro brazo con una cuerda y le forzó a tener sexo.
Por el shock, asustado y adolorido, John fue incapaz de satisfacer los deseos de su pareja, así que le pegó, para luego dejarlo atado a la cama durante media hora.
Cuando por fin fue liberarlo, ella no dijo nada al respecto.
La violencia terminó cuando la mujer quedó embarazada, sin embargo, luego de dar a luz las agresiones volvieron.
Otra noche John: «Desperté esposado a la cama de nuevo, para que le cumpliera me forzó a tomar viagra y me amordazó»… «No pude hacer nada al respecto», lamentó.
«Después, me fui a la ducha y me senté pensando, no recuerdo durante cuánto tiempo. Cuando salí y me reencontré con ella, lo primero que me preguntó fue qué había para cenar».
John intentó contarle lo que le sucedía a otras personas, pero nadie creía sus palabras y quienes sí lo hacían lo cuestionaban, le preguntaban por qué no le regresaba los golpes o simplemente la abandonaba.
«Me preguntan por qué no he dejado la casa. Pues bueno, porque fue la casa que yo había comprado para mis hijos. Financieramente estaba muy encerrado en la relación también […] Todavía siguen desconfiando de mí mismo y me preguntan que por qué no le devolvía los golpes».
Las agresiones sexuales que John vivió con su pareja son calificadas como «penetración forzada».
La doctora Siobhan Weare, de la Escuela de Derecho de la Universidad de Lancaster, en Reino Unido, llevó a cabo la primera investigación en materia.
Esta «penetración forzada» no tiene consecuencias legales por lo menos en Inglaterra y Gales, pues si un hombre penetra a una mujer sin su consentimiento es violación, pero si una mujer fuerza a un hombre a penetrarla no se considera violación.
Primero en una encuesta online a 200 hombres y luego en entrevistas personales con 30 hombres, Weare ha explorado a detalle el contexto en el cual se produce la penetración forzada, sus consecuencias y la respuesta del sistema criminal de justicia.
Los hallazgos de la doctora arrojan que la victimaria regularmente es la pareja de la víctima. También, que los hombres sienten vergüenza de hablar del abuso sexual y doméstico.
La investigación de Weare busca terminar con los mitos de que la «penetración forzada» es imposible porque los hombres son físicamente más fuertes que las mujeres.
Al respecto, Siobhan Weare precisa que las «penetración forzada» sucede también cuando las víctimas son incapaces de detener lo que estaba ocurriendo, es decir, estando borrachos o drogados.
Una de las víctimas relata que, tras una noche de copas, fue a la casa con una mujer, donde tuvo sexo sin su consentimiento, sospechando que consumió alguna droga para facilitar la violación.
Otro de los mitos que arrojaron los casos es que si el hombre tiene una erección significa que quiere sexo, al respecto, la doctora sentencia: «una erección es un instinto puramente fisiológico».
«Los hombres pueden experimentar y mantener una erección incluso cuando están asustados o enojados»
Por ejemplo, la investigación muestra un caso donde un joven fue presionado para tener sexo durante su trabajo en un campamento de verano, cuando era estudiante. La victimaria le descubrió una carta que había escrito a su novio, entonces lo amenazó con divulgar que era homosexual a no ser que accediese a acostarse con ella.