Saltillo, Coahuila.- “Josesito ya está en el cielo, ¿qué pecado pudo tener ese niño? Él ya está con Dios”, dijo el sacerdote que ofició la misa de cuerpo presente en la capilla de la colonia Asturias, a unas cuadras de donde falleció el menor.
El tañir de campanas anunció la llegada de la carroza. Un ataúd blanco entró al templo. Al instalarse frente al altar, el padre de José Luis Ibarra abrazó el féretro con fuerza, como si quisiera volver a tenerlo en sus brazos, como cuando era bebé.
Pero su pequeño ya no está ahí. Es su cuerpo al que despiden. Las lágrimas corren escuchando un sermón que pocos escuchan, hasta que el cura comienza a hablar de Josesito. De la pureza de alma de un niño, de lo triste que es su partida y de la fortaleza que deben tener los papás.
“Hoy Dios está recibiendo a Josecito en el cielo, ahorita le debe estar diciendo, ‘vente, vente conmigo, a gozar conmigo por siempre’”, dijo el sacerdote, para intentar consolar a los familiares y amigos del pequeño.
Al terminar la celebración eucarística, nuevamente las campanas despidieron el féretro. Los compañeros de primaria de José llevaron globos. Algunos niños alcanzaron a arrojarlos dentro de la carroza, cuando fue subido el ataúd.
Un adiós entre globos
La hora de la despedida final se acercaba. Niños y adultos iniciaron el cortejo fúnebre. Los coches avanzaron lentos. Un autobús les tomó ventaja. El grupo de sexto año, con sus uniformes azules y camisas blancas se adelantó y llegaron antes al panteón.
Con los globos blancos aún en las manos, vieron llegar la carroza, le hicieron valla y observaron en silencio mientras bajaban el ataúd. Las lágrimas comenzaron a brotar. Y entonces, doña Rosy González, madre de Josecito, no pudo más.
La mujer se desplomó en llanto sobre el ataúd. Y con ella sus hijas y familiares más cercanos. Sintiendo la impotencia de no poder abrir el féretro, porque el rostro del pequeño quedó muy dañado. Así que se aferraron a la foto de Josesito y derramaron el dolor que les partía el pecho.
“Tú eres la tristeza de mis ojos, que lloran en silencio por tu adiós”, se escuchó cuando la madre del niño se había sentado. Era un mariachi que entonaba melodías para acompañar el llanto de la despedida.
Sus compañeritos bajaban la mirada. Se aferraban a los globos blancos. Se acercaron a decirle adiós al amigo que no volverá el lunes a la escuela, no se graduará con ellos de sexto año y no acudirá a su graduación.
Rosy observa por última vez a su niño, ese que la acompañaba a todos lados, que era su apoyo, quien estaba siempre al pendiente de lo que necesitara. Abraza el ataúd. Se niega a dejarlo ir. Grita desconsolada preguntándose “¿por qué?” Y entonces lo entrega. Lo deja ir.
Y el cuerpo de su niño comienza a bajar. Un familiar alcanza a recordar lo que dijo el sacerdote en el templo. Josecito ya está en cielo. Pero el hombre agrega de su cosecha “seguro que ya está corriendo allá arriba, jugando al futbol con Dios, por toda la eternidad”.
Apoyo sicológico
Debido a que varios compañeros del salón de José Ibarra, presenciaron el accidente que le arrancó la vida, la escuela 5 de Mayo está gestionando que se les pueda dar asesoría sicológica para un apoyo emocional, señaló la trabajadora social de la institución Yuridia Ayala.
“Muchos de sus compañeros fueron partícipes de su deceso; fue un momento en el que ya estaban en su domicilio y al cuidado de sus padres; muchos vieron el incidente, otros tantos vieron el cuerpo del niño. Como escuela y educación especial estamos preocupados, estamos solicitando un especialista para estabilizarlos emocionalmente”, finalizó.