San Carlos Nuevo Guaymas, Sonora.- El atardecer de este lunes lució espectacular con un Sol completamente iluminado de rojo, que llamó la atención de los automovilistas que circulaban sobre la carretera que conduce al Delfinario y el bulevar Manlio Fabio Beltrones.
Hay veces en los que el Sol se vuelve rojo y el cielo se tiñe de color naranja, carmesí y violeta. Este es un fenómeno espectacular que muchos hemos podido apreciar y nos deja sin palabras.
Pero… ¿Sabes por qué ocurre?
El fenómeno se suele apreciar en el amanecer o atardecer, pero recuerda es peligroso verlo directamente, pero también no se debe apreciar con binoculares o a través de un telescopio, ya que podría causarle daños irreparables a tu visión y hasta provocarte la ceguera permanente.
El espectáculo celestial puede ser indescriptible y dejarte sin palabras, pero todo es pura ciencia y se debe a la llamada Dispersión de Rayleigh, la cual se basa en física tradicional y a «las propiedades ópticas de la luz solar cuando atraviesa la atmósfera terrestre».
El astrónomo Edward Bloomer, de los Museos Reales de Greenwich, situados en el este de Londres, dice que en primer lugar, debemos entender que la luz está compuesta de todos los colores del espectro visible: el rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta.
«Tiene que ver con cómo se dispersa la luz solar, y no lo hace de manera uniforme», explica Bloomer.
Cada color tiene una longitud de onda diferente y a eso se deben las diferentes tonalidades.
Por ejemplo, el violeta tiene la longitud de onda más corta, mientras que el rojo tiene la más larga.
El siguiente paso es entender nuestra atmósfera, las capas de gases -que incluyen el oxígeno que respiramos- que rodean nuestro planeta y hacen posible la vida.
Cuando la luz solar atraviesa esas capas -cada una con gases de diferentes densidades- se dobla y se descompone como si estuviera pasando por un prisma.
Además, hay partículas suspendidas en la atmósfera que hacen que esa luz descompuesta rebote y se refleje.
Cuando el Sol se pone o sale, sus rayos chocan con las capas superiores de la atmósfera en ángulos específicos… y ahí es cuando surge la «magia».
A medida que los rayos atraviesan esas capas superiores de la atmósfera, las longitudes de onda azules se dividen y se reflejan en lugar de ser absorbidas.
«Cuando el Sol se acerca al horizonte, los azules y los verdes se dispersan y nos quedamos con ese resplandor naranja y rojo», comenta Bloomer.
Eso sucede porque la luz de ondas más cortas (violeta y azul) se dispersa más que la luz de ondas más largas (naranja y rojo)… y el resultado es un despliegue de colores fascinantes en el cielo.