Ciudad Obregón, Sonora.- Alejandro Valenzuela es un joven padre de familia, casado y con dos hijos, a quien la adversidad no lo dobla, tiene tatuado en su mente que es pilar económico en su casa y al quedarse en el desempleo a causa de la contingencia sanitaria derivada del COVID-19, sale a la calle a vender paletitas de dulce, con su bebé bien protegida.
Alejandro, junto con otros compañeros de trabajo, fue recortado de una congeladora hortícola, pero no se quedó a lamentarse en casa, sus niños y su esposa tienen que estar bien alimentados; ella trabaja en una fábrica, pero su ingreso no es suficiente.
Tienen dos niños: Kevin, de 8 años, quien se queda bajo el cuidado de una familia amiga, y su bebé Valeria, de 6 meses de edad, a quien coloca en un arnés frontal, le coloca cubre-bocas y sale a la calle por alrededor de dos horas para vender sus paletitas de dulce, y logra buenas ganancias.
Señala que tiene que cargar con la bebé, pues en la guardería donde la tenían suspendieron también operaciones a causa de la contingencia sanitaria.
Sabe que la expone a un riesgo de contagio, pero la protege lo más que puede e inmediatamente después de la venta, llegar por su niño, regresan a casa en la colonia Nueva Palmira, se asean y esperan el regreso de mamá.
